En la década del 70 el ingeniero León Ferrari debe emigrar junto a su familia a San Pablo ante el riesgo que implicaba vivir en Argentina durante la última dictadura. Instalado en aquella ciudad brasilera este ingeniero de 56 años, que también incursionaba en el arte, descubre que tiene mucha edad como para insertarse en el mercado laboral. Ese impedimento real fue lo que lo obligó a dedicarse al arte en modo full life.
Ya en sus grafismos y dibujos de la década del 60 León Ferrari se había metido con la música, pero siempre desde lo visual, en el plano del dibujo. Ahí se ven líneas que se asemejan a pentagramas estrambóticos, chiflados, con ritmos cambiantes y nada convencionales.
Pero es recién en Brasil que empieza a explorar el sonido que generan sus propias esculturas, se fascina con eso, y a continuación empieza a crear esculturas-instrumentos. “Comencé a utilizar el péndulo invertido en una serie de esculturas formadas por varillas verticales de acero unidas a una base común, en su extremo inferior. Al agitarse con el viento o con la mano, se escuchaba un murmullo: pensé entonces en utilizar esas piezas como instrumentos musicales que danzan su propia música”, escribió Ferrari en 1983.
[La muestra “León Ferrari, otra música” incluye creaciones que llegan por primera vez a Rosario con este formato, combinando su obra gráfica; sus esculturas sonoras inéditas; y sus figuras de poliuretano. Se expone en el Espacio Multicultural de la Fundación San Cristóbal, Italia 646, de lunes a viernes de 12 a 19 hs. Curada por Natalia Revale y Javier del Olmo. INAUGURA EL JUEVES 8/9 A LAS 18 HS, hasta el 1/12]
Pero claro, estas creaciones de León nunca iban a ser solo instrumentos. Sirven para hacer música, sí, pero tienen muchísimas otras simbologías que exceden lo musical. Por ejemplo, el Berimbao, “un instrumento destinado a crear hechos o sumas de hechos musicales, visuales y táctiles. Utiliza el principio del péndulo invertido y se construye con algunas centenas de barras verticales (…) Quienes necesiten alimento visual conjugarán música con el dibujo que trazan en el aire las varas usadas ahora como líneas móviles, como plumas cargadas con tinta china sonora”, explicó el artista.
A su vez las varas, parecen rejas flexibles que ceden al menor esfuerzo, para el disfrute de pájaros que vuelan libres cuando la jaula se rompe, o para “quien tenga la prisión constantemente en sus pesadillas, sentirá el consuelo, la esperanza que dan las rejas flexibles que ceden al menor esfuerzo, que se separan, se abren (…) y se transforman de carceleros en cómplices de la libertad”.
Estos instrumentos, fabricados en grandes dimensiones y colocados en lugares públicos se transforman en monumentos, símbolos de los derechos humanos que interactúan con las personas, que pueden acercarse, tocarlos, generar sonidos, mirar, jugar. Es el caso del Berimbao, que fue donado al Museo de la Memoria, y que hoy, restaurado, se expone otra vez al público después de mucho tiempo en esta muestra.
“Muchas veces se hace una distinción en la obra de León entre su fase abstracta y su fase más política, y sin embargo estos dos polos están presentes de manera activa a lo largo de toda su trayectoria”, nos explicaron lxs curadorxs de la muestra, Natalia Revale y Javier del Olmo. Como se ve con el Berimbao, estos mundos atraviesan todas sus obras, aún cuando no parece evidente, están ahí orbitando.
En el Espacio Multicultural nos vamos a encontrar, aunque mezcladas, obras que pertenecen a tres grandes periodos de Léon: algunos de sus primeros dibujos de la década del 60 (en donde el lenguaje musical es el tema de sus dibujos); los instrumentos creados en el exilio brasilero de los 80s; y “la experimentación que lleva con sus pinturas, con nuevos materiales, a finales de los 2000, en donde también explora nuevos materiales en las esculturas, como el poliuretano”, cuentan lxs curadorxs.
De esta última parte de su vida son los “muñécos” que le dan la bienvenida a todo aquel que pise el hall de San Cristobal. Son quizás las obras más llamativas de la muestra: dos músicos hechos de espuma de poliuretano, sentados sobre sillas, uno toca el acordeón y otro el saxofón. Unas bellezas, dan ganas de abrazar a esas criaturas amorfas.
En fin, la obra de León Ferrari es ineludible. Probablemente esta selección no responda a las facetas más polémicas y provocadores del artista (recordemos que estuvo en boca de todo el mundo cuando -allá por 2004- una muestra suya fue atacada por una horda de católicos descontentos). No serán polémicas, pero son hermosas. Vale la pena zambullirse en el universo del amigo León.
Obra inédita
Ferrari era un anotador compulsivo de todo lo que hacía, y también de sus ideas y bocetos. En sus cuadernos quedaron proyectos de esculturas sonoras que nunca llegó a realizar. La Fundación San Cristóbal le encargó a Natalia Revale y Javier del Olmo la elaboración de algunos de esos instrumentos. Los mismos se expondrán a partir del jueves y luego serán donados a la Fundación Augusto y León Ferrari.