Al arquitecto y fotógrafo Marco Zampieron no le gusta mucho eso de entrar a un museo y que le expliquen los detalles de una obra de arte antes de mirarla él y sacar sus propias conclusiones. Por eso su libro Cien edificios parece basado en una exageración de esa tesitura: la tapa es blanca, no tiene prólogo ni epilogo, y los cien edificios que aparecen fotografiados sólo tienen como información la calle y altura en donde están ubicados.

Caferata 316
No figura ni el estilo, ni lxs arquitectxs que los diseñaron, ni los constructores… nada. “Quiero que la gente saque sus propias conclusiones y que les despierte curiosidad. Le puse la dirección para que los que quieran puedan ir a verlos. No le quiero explicar nada a nadie”, nos dice.
Se trata de un libro que todx rosarinx de bien debería tener en su biblioteca, o más bien en su mesita ratona, siempre a mano para hojear en cualquier momento y mirar algún que otro edificio, para señalarle algo a sus visitantes de turno, para decirles “mirá que loco este edificio”, o, ¿por qué no?, un “que hijodeputa el arquitecto que hizo esto”…

San Lorenzo 1032
Es un libro despojado, minimalista, en donde los únicos protagonistas son los edificios. No hay lugar para nada más, ni siquiera hay una búsqueda artística en las fotos como para que se luzca su autor. “El primer criterio que tomé fue el formato, iban a ser todas fotos verticales; la segunda premisa tiene que ver con cuanto se mostraría de cada edificio en el encuadre, decidí que tenían que verse completos en todo su desarrollo”, explica Marco.

San Lorenzo 1032
“Existe en la obra una combinación de conocimiento e ignorancia, un deambular en búsqueda del hallazgo y un deseo por reflexionar sobre algunos temas de la ciudad. Hay muchos edificios que ya conocía y otros que fui descubriendo, creo que cuando estás dentro de un proyecto te volvés muy atento hacia tus intereses, y esto es una gran oportunidad, ves muchas cosas que antes no veías”, agrega.

Cordoba 1565
Sacar las fotos de los cien edificios le llevó unos 3 años. Y cada una de ellas tiene una historia que contar sobre cómo fue tomada, algunas salieron de una, redondas, y para otras hubo que arremangarse. Como lo explica el autor: “Muchos de los edificios los registré entre 3 y 4 veces, ciertas preocupaciones estéticas y de concepto hacían que tenga que esperar y analizar qué día era el conveniente para hacer la fotografía. Cuál era el horario apropiado, dependiendo de su orientación, la cantidad de autos o personas que iba a encontrar por delante, las sombras de los otros edificios. Esperar meses para que se caigan las hojas de los árboles o para que crezcan”. Un trabajo bien artesanal.

Balcarce 1711
El libro es íntegramente en blanco y negro, una búsqueda por uniformar el contenido y hacer que se pierda la temporalidad propia de cada edificio, pero también para borrar rastros sobre el momento en que fueron tomadas las fotos. “Los edificios registrados son de diferentes momentos históricos, tienen muchas condiciones que los hacen muy distintos entre sí, también el contexto de la ciudad influye mucho, a veces el color de un auto, un cartel, llevan la atención a otro lugar y se pierde el foco”, dice Zampieron.

J. M. de Rosas 1365
Para terminar quisimos que se salga de ese lugar de no intervención y que medio que lo obligamos a que cuente cuáles son sus edificios preferidos.
–Dejando afuera grandes edificios, me gustaría mencionarlos de la misma manera que están en el libro, manteniendo en suspenso sus autores. Cada uno tiene alguna cualidad particular que me interesa. El primero de ellos es la cochera de calle San Lorenzo al 1032, el segundo es el de la esquina de Pellegrini y Balcarce. Otros dos que me parecen muy buenos son el de Córdoba 1565, frente a la plaza Pringles y el que está en Laprida y Montevideo. Termino con la esquina de Buenos Aires al 2521, siempre me pregunto cómo hacen para que esa planta baja siga siendo abierta, y el último, que es una joyita, es el de Dorrego y Catamarca.

Santa Fe 1467
¡A salir nomás!