Rosario tiene una buena cantidad de barrios, una lista generosa cargada de barrios populosos, tradicionales, clásicos -que no vamos a tratar ahora para no generar roces- y que llegan a 50 oficializados. Hay otros tantos más que no logran la categoría oficial de barrio pero que sus vecinos los reconocen como tal y listo.
Pero atención, hay otra clase de barrio, o uno en particular, que sin tener la personalidad de Echesortu, el glam de Pichincha o la popularidad de Ludueña formó a fuego nuestra historia, nuestra genética rosarina: el viejísimo Barrio Ingles.
Primero lo primero: ¿Dónde queda? Para lxs habitués del parque Scalabrini Ortiz este sea probablemente un lugar reiterado en sus tardes de caminata o bicicleteada, pero para lxs “visitantes” de otros barrios puede pasar completamente desapercibido, principalmente por su dimensión de solo 2 manzanas (y de las chiquitas). Está ubicado al toque del shopping Alto Rosario, frente a la punta noroeste del parque, cercado por las calles Mongsfeld, Central Argentino, la callecita Lidice y al norte por avenida Alberdi.
En alusión a su tamaño, no está chequeado, pero por ahí cuente con la marca récord de ser uno de los barrios más pequeños del país. Según dice el refrán lo bueno viene en envase chico y, en este caso, no solo lo bueno sino lo inmensamente histórico.
El barrio en cuestión tiene varios nombres, en Google lo podés buscar como: “Barrio Talleres”, “Parada Castellanos”, “Barrio + Ingleses + ferroviario + rosario”, “de los ferroviarios” y “Barrio Jardín”, pero por la recorrida histórica que vamos a hacer todxs vamos a coincidir en que el título que va es BARRIO INGLES.
Breve resumen histórico
El primer tren que rodó en suelo argentino fue en 1857, La Porteña, que unió dos barrios de Capital Federal. Treinta años después los ramales ya estaban diseminados por todo el país, una red de conexiones generosa y óptima que unía parajes, comunas y pueblos con grandes aglomerados o regiones en expansión, como era nuestro caso.
Así es como Rosario se convierte en un punto neurálgico en el sistema ferroviario argentino instalado por la mano de los ingleses. Ellos tenían el know how -ya que hablamos de ingleses la tiramos- y la mano de obra, por eso cuando empezaron a desembarcar en tierras argentinas buscaron la forma de hacer el trabajo que venían a hacer sin tener que extrañar su isla.
A diferencia de otras nacionalidades europeas, quienes venían del Reino Unido no se escapaban de la pobreza o los múltiples conflictos del viejo continente, sino que llegaban en su gran mayoría como industriales y terratenientes. Arribaban con mayor capacidad económica y un sentido expansionista de sus costumbres que se reflejaba fielmente en cada rincón del mundo que pisaban… sino pregúntenles a los indios.
¿Cuándo se levanta el Barrio?
Según los historiadores y arqueólogos habría sido entre 1889 y 1890, ya que todos los documentos previos (los planos municipales de 1870, 1880 y 1882) no evidencian en el predio más que campo, tierra rural sin edificación, la nada misma. Y si bien ya había algunos ingleses dispersos en asentamientos de la zona todo cambió cuando John Winterbotham Batten y Mr. Walter Morrison, dos accionistas británicos del Ferrocarril Central Argentino, decidieron levantar un complejo de viviendas para alquilar frente al predio ferroviario.
Los británicos -ingleses, escoceses, irlandeses del norte y galeses- armaron las valijas y se mudaron a los departamentos del Talleres, nomenclatura naciente del flamante barrio anexado 100% a las demandas del rubro ferroviario.
¿Vivirías al lado de tu laburo?
Para aquella época donde todo estaba en expansión, todo a la vuelta de la esquina o alrededor de la plaza, era impensado irte lejos, principalmente por el tema movilidad (difícil conseguir un taxi hoy imagínate en 1890…), segundo -y determinante- porque el staff de empleados del ferrocarril era necesario 24×7 las 24 hs, ya que la operatoria del sistema ferroviario no permitía demoras ni imprevistos.
John Winterbotham Batten y Mr. Walter Morrison, contrataron al arquitecto ferroviario por excelencia Eustace Conder y aunque no hay documentación probatoria, se cree que fue él quien diseñó el complejo porque también supo ser quien edificó las casonas de Fisherton adonde fueron a vivir las máximas autoridades y jerarcas del Ferrocarril Central Argentino.
La manzana que da al este, el Morrison Building, estaba pensada para los obreros que se encargaban de oficios como carpintería, mecánica, herrería, electricidad, plomería o fogueo, que habían llegado a la Argentina solos, solteros o con una familia no muy numerosa. Morrison Building, consistía en dos edificios de planta baja y un piso, con 12 departamentos cada uno. En cuanto a las amennities, se ofrecía en las plantas bajas un jardín individual y se accedía a planta alta por dos escaleras comunitarias.
Cada departamento contaba con un dormitorio, cocina y baño, unidos por un pasillo al que abrían las puertas de las habitaciones y poseían un hogar con chimenea para calefacción. Entre nosotrxs, la calidad de los ladrillos era menor, dicen los especialistas que eran más salitrosos y blandos, algo más austeros y bien fiel al estilo ferroviario modo operario que los del Batten Cottage.
En cuanto a las viviendas del Batten Cottage (la manzana que da al oeste), el estilo remite a las viviendas suburbanas estilo 100% british, onda cabañita. En total son 12 casas unifamiliares, unidas de a pares y de dos plantas, cada una tenía una planta baja con sala, estar, cocina y comedor. Arriba, en planta alta, tenían tres habitaciones, a las que se accedía mediante una escalera de madera y todos los ambientes, tanto de planta baja como las del piso superior estaban calefaccionadas.
El baño era interior y se ubicaba arriba, inmediato a la escalera. Se diseñaron para familias, las más acomodas de la empresa, porque poseían espacios de representación como hall y living, para recibir visitas o para el ocio de la flia. También, el dato es que contaba con dormitorios para dos hijos y otro separado para el matrimonio. ¿Quiénes paraban acá? El personal administrativo y de oficinas con personal a cargo.
Si bien hay diferencias notorias en las comodidades que prestaban cada una, el complejo ideado por Morrison-Batten era un calco de los barrios industriales de Londres o Manchester habitados por las clases populares, y en el caso rosarino tenían la misión de albergar y darle lugar a las familias que no querían sufrir “la argentinización de sus costumbres” para intentar instalar una representación local de la sociedad británica.
Pero atención que no solo pasaba por lo arquitectónico porque -según los especialistas- las familias tenían consumos importados como el agua mineralizada, cerámicas de calidad, salsas, dentífricos, juguetes y, sí, también las pelotas. El cricket, el crocket, el rugby y el fútbol llegaron con los hombres y mujeres que bajaron de los barcos, aunque los criollos se entusiasmaron bastante más solo con una pelota, la de gajos.
¡Qué viva el fulbo!
Rosario Central se funda por esta zona allá por las fiestas de diciembre de 1889. Está aceptado casi unánimemente que la fundación se dio en el edificio sobre la actual Avenida Alberdi en donde hoy funciona la Sede Fundacional del club de Arroyito. Sin embargo, ATENCIÓN, Gustavo Fernetti (arqueólogo e integrante de Patrimonio de la Municipalidad de Rosario) nos dice que todo se habría gestado en otro lugar, un pub. Bueno, eto no e’coca papi, vamos a llamar a #PlanaxiaInvestiga para que se meta con esto en una nota próxima.
Este barrio guarda otro tesoro para las canayas, porque en la Casa 9 del Morrison Building, en el sector más popular digamos, vivió el primer presidente del club, el escocés Colin Calder. Una placa colocada por el Concejo y un mural del artista “Noke” dan cuenta de esta presencia sobre la calle Agustín Tosco. Calder, nacido en Dingwall, en las tierras altas de Escocia, llega a nuestra ciudad con algunas libras en los bolsillos para trabajar en el ferrocarril de la Central Argentine Railway Company (empresa de capitales británicos, obvio) desempeñándose como jefe del Taller de Pintura. El joven Calder se instala en una de las viviendas del Barrio Inglés y empieza a irradiar una de sus pasiones, el futbol, descartando los palos del cricket y el rugby.
En fin, ¿brindaron los primeros socios centralistas? Más vale, pero no con alcohol, porque sorprendentemente estaba prohibido tomar cerveza dentro de los límites del barrio. Las normas de la empresa que pagaba los sueldos les prohibía a los empleados de la firma -por medio de la “Campaña de la Temperanza”- ingerir alcohol en los limites del barrio y si los descubrían los ponían de patitas a la calle. Pero ¿qué es de un ingles sin una birra en la mano?, bueno, hecha le ley hecha la trampa, la barra de amigos se cruzaba a tomar unas frescas al campito de enfrente y ¡cheers!.
¿What happened?
Como decíamos más arriba el Barrio Inglés también contaba con su propia iglesia de culto anglicano y de hecho su edificio se reconoce fácilmente si vas por Avenida Alberdi. Aunque primero fue “El Campanario” o “Escuela de los Talleres”, según el plano del Ing. Thedy de 1899, era una construcción precaria, en un predio cercado posterior a las viviendas. Tan pequeño era que podría ser considerado un orador, luego con los años llegará la capilla de una sola nave, con escenario, vivienda del pastor o maestro, baño y cocina. Y ahí mismo se armaban los bailongos, asambleas y actos cívicos que eran evidenciadas por las revistas populares de la época.
Según relata Fernetti cuando le consultamos sobre “el final del Barrio Inglés” como residencia 100% británica, nos aclara dos cosas: la primera es que el barrio también alojaba ciudadanos de otros países como italianos, franceses, austríacos y no era de exclusividad para los nacidos en Reino Unido. Y con respecto al final de esa etapa, para el año 1920 los talleres Gorton -uno de los más importante en el rubro locomotoras- se mudó a Pérez y lo siguieron las familias que trabajan allí y vivían tanto cerca del FFCC como cerca de la parada Castellanos, puerta de entrada a la zona. Agrega Fernetti que si bien algunos permanecieron en el lugar, las costumbres, usos y la vida a la británica empezarons a perderse, quedando en el camino.
Pero, el Barrio Inglés está ahí, de pie, quizás gracias la calidad constructiva (incluso de los ladrillos más salitrosos) sorteando el escaso mantenimiento que tienen algunas viviendas. A simple vista se les nota el deterioro, el paso del tiempo, pero sobre todo el deterioro. Entonces, ¿en qué categoría de barrio entra el Inglés? Lo dejamos a tu criterio, pero no hay duda de lo fundamental que ha sido para nuestra historia.