No sabemos si lo sabían pero hace mucho, mucho tiempo, Charles Darwin anduvo por nuestra ciudad. Fue más precisamente un 30 de septiembre de 1833, (187 años nomás!) en ocasión del segundo viaje del Beagle, un barco de 3 mástiles de la armada inglesa que había venido de expedición cartográgica hacia America del Sur.
Está bien que ese Darwin no era el Darwin célebre que conocemos hoy, no tenía ni barba. Apenas tenía 24 años y estudios inconclusos de medicina como mayor pergamino formal, aunque era un fanático de la naturaleza, eso sí. ¿Qué hacía alguien como él arriba del Beagle? Le habían ofrecido sumarse a la expedición como naturalista -sin retribución económica- ya que necesitaban alguien con ciertos conocimientos como para hacer una suerte de relevamiento de lo que fueran encontrando.
El joven Darwin aceptó, pero poniendo como condición poder bajar a tierra e independizarse del trayecto del Beagle cuando lo quisiera. Así fue, la expedición duró casi 5 años de los cuales Darwin pasó más de 3 explorando tierra firme, recolectando plantas, rocas y fósiles. Algunos de los fósiles que encontró en Argentina fueron fundamentales para que años después llegara a armar la teoría que lo hizo famoso: la evolución de las especies y la selección natural.

Dibujo del HMS Beagle.
En una de sus exploraciones en tierra, Darwin desembarcó en la zona de Bahía Blanca, iniciando un viaje a caballo tierra adentro hasta la ciudad de Santa Fe. En el medio se reúne con Juan Manuel de Rosas, que si bien en ese momento no era gobernador de la provincia de Buenos Aires, era muy poderoso e influyente y le facilitó una estadía tranquila por los polvorientos caminos argentinos; y obviamente, también pasó por Rosario.
Cuando vio por primera vez nuestro río, Darwin anotó en su diario de viaje: “Continuamos nuestro viaje a través de las llanuras. Todas ellas de igual carácter. En San Nicolás veo por vez primera ese magnífico río que se llama Paraná”.

Dicen que el espíritu de Darwin sigue en Rosario; acá se lo ve tomando nota en el stand de Japón, en la Feria de las Colectividades.
Sobre nuestra ciudad escribió: “Antes de llegar a Rosario atravesamos el Saladillo, río de agua pura y transparente, pero en exceso salada para que pueda ser bebida. Rosario es un pueblo grande levantado en una llanura perfectamente plana, que termina en un acantilado (barranca) que domina el Paraná, unos 60 pies. En tal lugar el río es muy ancho y está entrecortado por islas bajas y rocosas, así como la orilla opuesta. El río semejaría un gran lago si no fuese por las formas de las islas, que por sí sola basta para dar idea de agua corriente. Los acantilados forman la parte más pintoresca del paisaje; algunas veces son absolutamente perpendiculares y de color rojo vivo; otras veces se presentan en forma de inmensas masas agrietadas cubiertas de cactos y de mimosas”.
Fijense que se refiere a nuestra ciudad de la misma forma que a veces la siguen describiendo muchxs rosarinxs, como un “pueblo grande” (large town). Rosario tenía solo 2 mil habitantes y un solo y reciente juez de paz; para darnos una idea, ninguna de las rudimentarias construcciones de aquella época quedan en pie.

Acá se lo ve cazando lapachos en Travesía y Avenida Alberdi.
Es para detenerse la admiración que provoca en Darwin la contemplación del Parána. Esto fue lo que anotó en su diario sobre nuestro orgullo marrón: “La verdadera grandeza de un río inmenso como éste proviene del rendimiento por su importancia desde el punto de vista de la facilidad que procura a las comunicaciones y al comercio entre diferentes naciones; y queda uno admirado al pensar de qué enorme distancia proviene esa sabana de agua dulce que corre a los pies del espectador y cuán inmenso territorio riega”.
Al regresar a Inglaterra, Darwin ya era sensación entre los científicos ingleses. Durante la expedición había ido mandando correspondencia con sus hallazgos y conclusiones. Desde ese momento su carrera científica (aún sin título, recordemos) fue pum para arriba hasta llegar a la cima, con la publicación de su obra maestra El origen de las especies, en 1859.

Acá lo pescaron en el Gabino Sosa mirando jugar al Trinche Carlovich.
Y sí, Rosario fue fundamental para que Darwin pueda desarrollar esa teoría tan importante para la humanidad… AH RE. Ah, y recuerden que el hombre viene del mono…