Hacia fines del año pasado el mundillo de los libros tuvo una novedad: Fito Páez lanzaba una autobiografía -en donde no se guardaba nada- con detalles de sus primeros 30 años de vida. “Infancia y juventud. Memorias”, editado por Planeta. Un libro maravilloso que se lo debemos al tiempo libre que una bestia hiperactiva como Fito tuvo durante la cuarentena que arrancó en 2020. “Escribirlo fue una experiencia alucinante”, contó.
La biografía, está cargada de datos y lugares de la Rosario que Fito transpiró en su día y día y a la que volvió asiduamente después de instalarse en Buenos Aires, desde los 60 hasta los 80. Momentos de gloria y momentos de derrumbe, desde sus primeras andanzas musicales hasta el asesinato de sus abuelas en la casa de Balcarce 681.
Lo que sigue, es una selección de algunos de los sitios que Fito recuerda en sus memorias. Que lo disfrutes (y no dejes de leer el libro).
La Favorita
Muchas generaciones de rosarinxs tienen recuerdos de infancia imborrables relacionados a la tienda La Favorita (que en breve vuelve a abrir sus puertas bajo otro formato). Fito no es la excepción: “La Favorita era mi favorito. Había una escalera mecánica que hacía mis delicias de niño. Las subía y las bajaba de modo adictivo. Eso era el futuro. Máquinas que se movían solas. Allí comprábamos la ropa escolar cada año”, recuerda.
Peluquería La Bolsa
Muchos negocios rosarinos eran visitados por el niño Fito los primeros sábados de cada mes, por la mañana, cuando su papá lo sacaba de gira por el centro. Una de las cosas que hacían en esos recorridos era pasar a cortarse el pelo por una peluquería que todavía existe: La Bolsa, que por aquella época estaba en Corrientes entre Córdoba y Santa Fe pero que en 1988 se mudó a su actual ubicación, muy cerca, en Entre Ríos 677. Allí les cortaba el pelo Fermín, que les hacía la media americana (el corte militar).
Bares de la niñez
Las recorridas por el centro con su padre también incluían ir al cine y pasar por algunos bares: “Me llevaba a tomar chocolate con churros o comer carlitos en el Augustus de la calle Corrientes y Córdoba o al Bar Natalie en Rioja y San Martín”, cuenta; ambos bares aún hoy siguen abiertos. Sobre Augustus agrega: “Los mozos eran auténticos profesionales. Atendían con rapidez y una amabilidad nada impostada. Luego volvíamos felices a casa”.
Rosario Norte
La estación de trenes de Pichincha tiene un lugar importante en la vida de Fito. A los 12 años con su pandilla de amigos tenían una aventura recurrente pseudo criminal: se metían de polizones en el tren que salía rumbo a Tucumán y a la altura del aeropuerto se bajaban con los vagones en movimiento. Y ahí, como una banda de forajidos rurales, cascoteaban una garita de control que era lo único que había. Así fue que una vez terminaron presos y teniendo que ser recogidos por sus padres…
Algunos años después, desde esa misma estación, Fito partió rumbo a quizás su mayor aventura: la de conquistar Buenas Aires. Cuenta Fito: “Viajé con un bolsito y mi Rhodes. Iba a parar en casa de Lalo de los Santos”.
Centre Catala
La institución catalana de calle Entre Ríos al 700 guarda en sus entrañas una sala de conciertos que durante los 80 tenía mucha pista en el underground rockero rosarino. En esa sala, la Pau Casals, debutó Fito al piano junto a la primer banda que armó, con a Fabián Gallardo, el Pájaro Gómez y Carlos Murias. La banda se llamaba Graf y fueron teloneros de Arcana, que eran casildenses. Corría 1980.
“En esa misma sala acompañaría a Adrián Abonizio tocando <<Mirta de regreso>> antes de que la grabara Juan Carlos Baglieto y la hiciera su caballito de batalla alrededor del país -cuenta Fito-. Rosario fue la primera ciudad del país en donde comenzaron a forjarse conciertos de rock en plena dictadura. Aquellos conciertos tenían un carácter cuasi clandestino, aunque con amplia convocatoria”.
Escuelas
Fito cursó preescolar y primaria en el colegio Mariano Moreno (Paraguay 1251). Allí se cagó encima por primera vez y ahí también se masturbó con su señorita de segundo grado.
La secundaria la hizo en la Dante Alighieri “Aún debo inglés y contabilidad. Tenía que rendir esas dos materias el 9 de diciembre de 1980. La noche anterior habían asesinado a John Lennon (…) En aquellas horas solo sentí dolor e incapacidad para afrontar un sistema de preguntas de cualquier índole. Así que inglés y contabilidad, afuera”, escribe.
Teatro El Círculo
El Círculo es uno de esos teatros de alta jerarquía que toda gran ciudad tiene. Muchísimos rosarinos tendrán alguna historia importante con esta sala como protagonista. Y Fito también. En 1979 acá vio al extraordinario pianista de jazz Bill Evans. “Evans fue un músico romántico e innovador. Creo llevar varias de sus formas de interpretación adheridas en mí, más que de cualquier otro pianista. Esa tarde (Nota: extrañamente el recital fue a las 4 de la tarde) pude ver de cerca sus anchos dedos deformados por la heroína”, escribe Rodolfo.
Cinco años más tarde Fito tocaba por primera vez en este coliseo rosarino. “Con el traje blanco que me había regalado Charly (…). El teatro estaba colmado. Muchas de las chicas que no me habían tenido en cuenta en en la escuela primaria y secundaria estaban allí. Sentadas en primeras filas”, cuenta.
Fundación Astengo
Este teatro tan hermoso que tiene nuestra ciudad fue muy importante para Fito porque en este lugar fue en donde Páez asistió al primer recital de su vida. Corría el año 1976 y también hacía su debut el nuevo grupo de Charly García: La Máquina de Hacer Pájaros. “La energía que se desplazó por aquel espacio fue tan fuerte que hoy vuelvo a revivirla, en este preciso momento de la escritura, se me hace un nudo en la garganta y mis pulmones se inflaman de la misma libertad que sentí aquella noche. La noche en que los dioses me dieron una clara señal. No habría otra posibilidad. Tenía que aprovecharla. La música era la libertad. Decidí en aquel momento que iría tras ella”, revela. En 1981 vería un concierto de Piazzolla en esa misma sala.
Ese mismo año otro hecho capital sucedió en ese teatro. Fito tocaba el piano para el grupo de Enrique Llopis, que tenía fecha para esa noche. Escribe Fito: “Llegué esa mañana al teatro cerca de las 10, antes que todos, quería ver si podría adueñarme un rato del viejo (piano) Steinway del teatro y aporrearlo un poco antes del ensayo. En ese teatro completamente a oscuras y vacío, estrené <<La vida es una moneda>>”. Pero resulta que no estaba vacío porque sentados en la oscuridad de las butacas se encontraban Llopis y Rafael Ielpi, su letrista. Lo felicitaron a Fito y le pidieron el tema para poder tocarlo a la noche, eso sí, con algunos cambios en el texto. Fito accedió, era un honor. Pero cuando sonó el tema -que fue ovacionado de pie- el estribillo fue cantado así: Hago una apuesta por vivir, yo soy la gente. Tengo tu sueño a mi favor, tengo tu voz y la certeza de que no estoy solo y la cordura del amor. “Volví a mi casa con una honda depresión y una enseñanza. Nunca más dejaría que nadie interviniera una obra mía sin mi consentimiento. Fue algo parecido a un abuso de poder con consentimiento”, escribe. Ese día le pagaron el recital con un chocolate Shot.
Casa paterna
La casa en donde Fito vivió hasta que se fue a Buenos Aires ya no existe más, fue demolida en los 90. Por esa casa de Balcarce 681, en pleno Paseo del Siglo, pasaron muchísimos cosas que marcaron para siempre la vida de Páez. Para arrancar por lo peor, allí sucedió el hecho más trágico de su vida, el que lo dejó roto e indefenso: el asesinato de sus abuelas a manos de un conocido de Fito, cuando ya hacía rato que vivía en Buenos Aires.
Pero también sucedieron cosas maravillosas como cuando en medio de una gira compartida con el Flaco Spinetta fueron a visitar a “sus viejas” y durmieron en el living de la casa. “Mis abuelas lo trataron como a un hijo”, cuenta Fito; durante esos días Luis Alberto fue uno más de la familia. Esa temporada en calle Balcarce fue fundamentales para que luego ambos músicos cocinaran su álbum a dúo: La la la (1986).
Y para terminar con la casa vamos con algo que es totalmente espectacular, escribe Fito: “Algunas noches de verano recuerdo un ritual expulsado de la vida moderna. Mi padre sacaba el televisor a la vereda. Se sentaba en una silla. Muy bien peinado, vestido con una elegante bata. Me hacía traer una palangana de agua fría en la que remojaba sus pies. Yo jugaba al fútbol bajo su mirada atenta, con Dani o algún compañerito del barrio, y así se hacía de noche. Recuerdo la luz de la pantalla sobre su rostro , viendo algún programa de televisión mientras yo jugaba y reia”. Una hermosura.
Estadio Gigante de Arroyito
En 1983 Charly García tenía su disco Clics Modernos recién salido del horno y, para presentarlo, armó una banda que saldría de gira y de la que Fito formaría parte. Para diciembre acababa de asumir Ricardo Alfonsín (después de una feroz dictadura) y llegaba el turno de que la banda llegue a Rosario. “El estadio de Rosario Central fue especialísimo. Se podrán imaginar. Estallaba esta ciudad bajo el calor agobiante de un diciembre imposible y el orgullo se salía de mi pecho. (…) Cuando Charly me presentó se produjo una cerrada ovación. Había un rosarino en esa máquina del futuro. El chauvinismo rosarino es un sentimiento muy particular. Se hace notar de forma muy impúdica. Y como todo comandante en jefe, conocedor de los protocolos emocionales de la vida pública, Charly me presentó último para que yo sintiera ese aplauso. (…) Estaba tocando en mi ciudad con García. No había nada más en el mundo”, escribe.
Bares de la adultez
Corría el año 1986 y Fito cuenta… “por entonces volvía a Rosario con frecuencia y andaba por la noche. Había dos bares favoritos. Barcelona y La Luna (Nota: en verdad el último por esos años se llamaba San Telmo). (…) En el primero, en la esquina de Urquiza y San Martín, nunca pagué un trago. Se reunía la peña de Arquitectura y Filosofía y Letras. Las chicas más guapas entraban y salían de aquel bar amable y cool donde siempre se hacía de día. La Luna quedaba a media cuadra, por la bajada de Urquiza (Nota: en verdad quedaba por Tucumán). Tenías que subir una larguísima escalera. Una noche caí con <<Parade>> de Prince y lo pusieron a muchísimo volumen a pedido de este parroquiano. Fue asombroso ver como todo el mundo se puso a bailar a los pocos minutos de comenzado el exótico álbum”. Ninguno de los dos bares sigue existiendo, aunque Luna la peleó hasta hace no tanto, cerró recién en 2015.
Sala Lavardén
“Éramos una pléyade ávida de estar y hacernos notar -cuenta Fito sobre lxs musicxs que componían la escena rosarina, circa 1980-. Tocábamos siempre en los mismos sitios, pero la Sala Lavardén se consideraba como el lugar de encuentro de gente de la movida rosarina. Un templo”.
Cines
“Kubrick fue Monumental; El Cairo fue nuestra city Imperial; Broadway, Heraldo, Radar”, canta Fito en el tema Si Disney despertase, que está dentro de Circo Beat, el disco que le dedico a su ciudad. El cine fue una gran pasión despertada por su padre, con quien recorría las salas de la ciudad. En el cine Radar recuerda haber visto insistentemente La Aventura del Poseidón (allí en los 90 abrió el shopping Radar City y hoy funciona Le Utthe). También con su padre, pero en el Monumental (San Martín y San Luis, aun con vida), vio 2001: Odisea del espacio. “Ese niño que fui jamás pudo olvidarse de esa experiencia sobrenatural”.
Ya con amigos, concurría al cine Sol de Mayo (Av. Pellegrini 1417, cerrado en 1977) adonde vio Ammarcord, de Fellini. Ya de adolescente descubrió el Arteón (Sarmiento 778, aún subsiste). Allí recuerda haber visto Blow Up, de Antonioni, o En fantasma del paraíso, de Brian de Palma.