La gente de barrio Belgrano lo tiene que haber visto, lxs que pasaban con el trole por calle Mendoza también. Fue un mojón del barrio por décadas. Primero ubicado en calle Provincias Unidas, de material, y como quiosco, solo vendiendo golosinas. Después, ya como carrito, de chapa, por calle Mendoza. Un oasis para lxs fanaticxs de las hamburguesas, los choris y los lomitos.
Las Cuatro Plazas de Mendoza y Provincias Unidas le dieron nombre al negocio. El primer dueño fue un tal Emilio Pérez. No hay mayores datos sobre cuando arrancó a funcionar, aunque por su estructura de cemento, suponemos que fue allá por las primeras décadas del siglo XX (era común que en las plazas hubiera quioscos de este tipo, como el que todavía resiste en Av. Belgrano y Rioja). Estaba instalado sobre Provincias Unidas entre Mendoza y la cortada Campos Salles, en la plaza Eloy Palacios, cuando todavía no existía la rotonda.
En el año 1949 arranca el periodo más conocido del quiosco, cuando Emilio Pérez se lo vende a Don Carolo, un hombre del barrio. Algunxs memoriosxs recuerdan -por la década del 60- la conservadora Siam en donde se guardaban los helados; cuatro gustos (chocolate, vainilla, frutilla y limón) que servían en vasitos o cucuruchos, en una época en donde no abundaban las heladerías por la zona.
En 1979 se construye la rotonda actual y para eso demuelen el quiosco (entre otras construcciones), que es trasladado hacia el otro rincón de la plaza, por Mendoza llegando a Perú. La nueva construcción fue de chapa y al tiempo cambiaron el rubro: dejó de ser quiosco y pasó a ser carrito. La plaza se empezó a llenar de buen olor a chori.
Para esa altura el carrito ya era manejado por las hijas de Don Carolo, Peli y Beatriz, y por el esposo de Peli, el Cabezón Roberto Tumini, un grandote bonachón que enseguida se hizo querer con la gente del barrio. Las noches de fin de semana en ese rincón de las Cuatro Plazas eran una fiesta. Las mesas repletas de familias enteras, los niñxs corriendo por la plaza, algunos jugando a la pelota paleta en el frontón, otros tirando al aro en el playón, el Gordo Tumini -que era leproso- discutiendo a risotadas con algún canalla. Al lado, en el quiosco de diarios que todavía existe, muchos pibxs compraron sus primeros comics o revistas como Nippur de Lagash.
El menú clásico era choripán, con Quilmes lxs grandes, y con Pepsi o Seven Up lxs chicxs. Los panes los tostaban debajo de las hornallas y salían con el punto justo. Hablando de salsas, había aji kitucho (salsa picante), chimichurri, salsa golf y mayonesa con pickles.
Aparte de choris había lomitos, torpedos, hamburguesas, carlitos y panchos. Pero quizás el otro clásico que perdura en la memoria de lxs memoriosxs sea la milanesa cortada en cuadraditos, para comer pinchándola con espaditas, acompañada de una porción de papas fritas que se mojaban en alguna salsa. Otro pequeño detalle que aún se recuerda eran los palitos con los que atravesaban las hamburguesas para que nada se saliera de lugar, no eran escarbadientes, tenían punta plana, cuestión de que nadie se lastimara en una mala mordida.
En agosto de 2001, después de largas peleas con la Municipalidad (el carrito estaba construido sobre terrenos municipales) fueron desalojados de la plaza, que quedó con un agujero que nunca más se volvió a llenar. Es imposible pasar hoy por Mendoza y mirar esa esquina sin que se nos piante un lagrimón, imaginando ver al Cabezón Tumini llegar en su Zanellita para abrir el negocio y acomodar las mesas en la plaza, siempre sonriente.