Foto de portada: @nahuelr.photo
Todo el mundo en Rosario conoce el Planetario, eso está claro. ¿Pero cuantas personas entraron alguna vez a ese domo y se sentaron en los asientos reclinables a ver las estrellas proyectadas en el cielorraso?
El Planetario guarda celosamente un secreto que solo comparte con quienes se acercan a ver sus funciones. Entrar a esa sala circular es como meterte en el mejor teatro, pero con la sensación de que estás en una carpa de circo. Entonces, apenas cruzás la puerta, mucho antes de sentarte en tu butaca, lo ves. Es imposible no verlo y quedarte hipnotizadx. De ese aparato sale una magia sin fronteras, esa es la joya: el proyector planetario Carl Zeiss IV, fabricado en 1955 por la mejor casa de ópticas del mundo, la casa alemana que le da el nombre.
Al primer golpe de vista lo primero que se nos viene a la cabeza son algunos de los robots de Star Wars, porque este aparato recontracomplejo tiene cosas de Arturito y de C-3PO. Pero también parece un satélite, y también es parecido a todas las máquinas que andan por espacio; y algunos le dicen la “hormiga de metal”.
Y si, dejemos de lado lo que este aparato hace, que es tremendo. Simplemente verlo ahí, quieto, ya es un placer, una atracción en si misma para todxs los que amamos los objetos hermosos. Y bueno, verlo en movimiento ya es una cosa de locos.
Cuando ya la sala se empieza oscurecer y este aparatito (al que cariñosamente le vamos a decir Carlos) empieza a proyectar su magia… eso si que es una experiencia inmersiva, es como estar adentro de una película flashera de Christopher Nolan.
El Carlos reproduce una imagen artificial del cielo sobre la cúpula semiesférica del planetario. Se proyectan todos los objetos celestes visibles a simple vista: entre 6.000 y 8.000 estrellas de hasta sexta magnitud pertenecientes a la Vía Láctea (nuestra galaxia), también los planetas y también algunas cositas más. El Carlos puede mostrar el cielo visto desde cualquier parte del mundo, y, agarrate acá, también puede mostrar el cielo del pasado o incluso viajar al futuro… ¡no te la esperabas a esta!
Es un aparato muy complejo, totalmente analógico, que se maneja desde una consola llena de perillas que también es hermosa en sí misma, y que es manejada con tremenda pericia por los operadores del planetario: Juan Ignacio y Guillermo, que hacen todo a oscuras, recordando de memoria dónde está cada controlador.
La cúpula de la sala mide 22,30 metros de diámetro y tiene una capacidad para 250 personas. Es la más grande de Argentina y por mucho tiempo fue la más grande de Latinoamérica. El Carlos nuestro es una especie en extinción, es el único tan viejo en funcionamiento en nuestro país, y son pocos los que quedan en el mundo. Por lo general se han ido reemplazando por proyectores más modernos, digitales, pero para los “planetaristas”, ningún aparato proyecta el cielo con la calidad que lo hacen los analógicos, mecánicos, de la vieja escuela digamos.
“Tiene partes ópticas, adentro tiene lámparas, lentes, tiene objetivos que proyectan, hay unas chapitas perforadas adentro que representan las estrellas”, nos cuenta Andrea Costa, técnica y guionista del equipo del Planetario. Y también explica una diferencia fundamental: “Observatorios hay muchos, pero planetarios muy pocos, porque hacerlos es una obra carísima”.
Vamos a aclarar, un observatorio es un lugar desde donde se observa el cielo real, para lo cual se utiliza un telescopio. De esos hay muchos. Pero los planetarios tienen estos aparatos, como el Carlos, cuya proyección “te permite recuperar esos cielos estrellados como se veían antes de la existencia de la luz artificial” (que hacen que las luces del cielo se vean mucho menos).
Un poco de historia planetaria
La idea de que la ciudad tenga su primer planetario, allá por 1941, fue del profesor Victorio Capolongo, un entusiasta de la astronomía y pionero en la materia, líder del primer grupo de astronomía de Rosario, llamado Asociación Cosmos. Para fines de los años 50 todo iba viento en popa, los interesados habían logrado convencer al intendente de aquellos años, Luis Cándido Carballo, que mandó a diseñar y ejecutar lo necesario para levantar los muros del primer observatorio de estrellas de Rosario, y también su planetario.
Y como todo planetario de bien, necesitaba de su propia estrella, es decir, su propio proyector, así fue como empezaron a sonar los primeros teléfonos en la empresa alemana Carl Zeiss, fabricante de los mejores equipos ópticos, medidores industriales y aparatos médicos… ¡y también de proyectores planetarios, claro!
Entonces, a medida que se avanzaba con la construcción del Complejo Astronómico Municipal se encargaba a Alemania un telescopio (para el observatorio) y un proyector (para el planetario). Por aquellos días, ya década del 60, la Argentina vivía días alborotados políticamente que llevarían al Golpe de Estado al presidente Arturo Frondizi. Rosario también sufrió el desplazamiento de su intendente, Cándido Carballo, y entonces, adiviná qué… se suspendió la obra, y la cúpula en donde se instalaría el aparato planetario quedó sin construirse (el observatorio si llegó a terminarse).
Pero el Carlos ya estaba en camino, arriba de un barco, y era tarde para cancelar su llegada. Llegó al puerto porteño en 1962, y se quedó ahí, durmiendo el sueño de los justos, durante 22 años. Con la vuelta de la democracia, se retoman las obras (hubo un grupo de empresarios muy fuertes de Rosario que pusieron la biyuya que faltaba, ¡bien ahí!), se finaliza el domo, y bueno, llegó el momento de desembalar e instalar el preciado aparato.
Su compra incluía la instalación, para eso tenía que venir un grupo de especialistas desde Alemania. Pero claro, habían pasado más de 20 años, así que los alemanes de la casa Carl Zeiss dijeron: “kaputt”. Por suerte, acá también hay buenos profesionales, así que un grupo de ingenieros locales se las ingenió para instalar todo como si fueran germanos. Finalmente, el 19 de junio de 1984, el Carlos abrió sus ojos por primera vez para el público, y desde esa fecha que viene dejando boquiabiertxs a todos los que entran a su alucinante cueva.
Cerramos con este último dato: en Argentina sólo hay planetarios en Buenos Aires, Malargüe, Córdoba, La Plata, y Rosario. Como se ve, no todo el mundo tiene la suerte de tener un planetario en su ciudad.
¿Qué estás esperando para ir?