La luz, el tiempo, y los espejos fragmentados son constantes en las obras del artista rosarino Luis Rodríguez (1983). Quienes vayan este jueves a las 18 hs a la inauguración de su muestra “El viaje de la luz” (en el Espacio Multicultural de la Fundación San Cristóbal, Italia 646) notarán al instante que esta no será la excepción.
Es una atracción por “la capacidad mutante de la obra que con cada mirada, o a partir de un mínimo movimiento, cambia su aspecto”, cuenta. Alcanza con pararse en algunas de sus obras hechas con retazos de espejos para entenderlo: nuestra imagen se transforma es una proyección cubista, con orejas y ojos ubicadas donde no van, distintos perfiles y ángulos. En fin, el espejo nos devuelve una imagen distorsionada y desordenada, una ojeada al caos oculto.
“Pienso que lo caótico es naturalmente el origen, quiero decir, el orden es lo artificial, lo que armamos para explicarnos, para mitificar algo de la vida, para contarnos una historia que entendamos por un tiempo. Ese punto de partida de probabilidades infinitas es algo que me sigue sorprendiendo, es lo que mantiene viva la vida”, explica Luis Rodríguez sobre su inquietud por abordar el caos.
-Es como que estos espejos deschavan un universo oculto, que abren una caja de Pandora…
-Eso es algo que me interesa explotar: la pregunta sobre la realidad que, no sé si está oculta… yo creo más bien que está siempre presente pero que no vemos por distintas cuestiones: llámalo cultura, prejuicios, vicios profesionales, tradición, religión, vagancia, etc. Además el sentido de la vista es el gran juez para nosotros pero también es cierto que contamos con otros sentidos además de la intuición que nos puede llevar más allá.
Rodríguez remonta a principios del año 2011 cuando comenzó a explorar el trabajo con espejos. “Ahí me di cuenta que la incorporación del entorno (incluso del sujeto literalmente hablando) era algo que me interesaba sumar a la obra”, revela. Toda esa trayectoria se visualiza también en “Seguime”, su obra más pública: la intervención con espejos sobre la pared del Museo de la Ciudad. Allí no existe el transeúnte que no pase y frene a sacarse una foto desordenada de sí mismo.
Allá por 2017, su metier con el vidrio lo llevó a una residencia en la Cristalería San Carlos, un viaje al corazón del cristal. “Me alucinó todo lo referido a la industria del cristal: los hornos que nunca se apagan, los artesanos soplando, lo cautivante de los colores, la historia del lugar. La residencia fue muy interesante como instancia de diálogo con un sector de la industria que te obliga a ser flexible con ideas y proyectar en colaboración”, dice al recordar esos días.
Pero no solo de espejos locos vive el hombre, en el espacio de la Fundación San Cristóbal también se encontrarán otros artefactos del universo Luis Rodríguez: cajas de en donde la luz rebota hasta al infinito, y una piel vinílica exclusiva para esta vez que recubrirá la piel de vidrio del edificio y lo transformará en una lámpara nocturna.
No queda más que acercarse hasta Italia y San Lorenzo. La muestra puede visitarse de lunes a viernes de 11 a 19 Horas. Se expone hasta el 30 de junio.