El Rosarino es uno de esos bares de la ciudad que tienen una personalidad bien marcada. Es imposible de confundir con ningún otro. Cruzar su umbral es meterte en una cápsula del tiempo. No hay en la ciudad otro bar de este estilo, y esa amenaza de peligro de extinción que llevan los de su especie es lo que lo pone en la primera preferencia de Agostina Quagliardi (Colón, Buenos Aires, 1988), ilustradora y tatuadora, cuando la invitamos a que dibuje su lugar preferido de Rosario para nuestra sección Artistas haciendo sus lugares preferidos. Otra vez aparece un bar.
“Es el típico bar bien de barrio. Tengo una fascinación por ese tipo de lugares, los bares viejos, las mercerías, los bazares, las galerías, los pasajes. Lugares que quizás ya no existen o casi se extinguieron, los videoclubs, las disquerías, los fichines. Esa esquina me parece como un portal. Un umbral que conecta con el pasado, me recuerda a mi pueblo. No sólo El Rosarino, sino también la heladería Bocha, que tiene un pequeño local al lado, el antiguo edificio de Telecom que está enfrente, el cruce Alberdi. Creo que juntos irradian una magia particular de viaje temporal”, explica Agostina.
Esta bueno saber que El Rosarino cerró sus gruesas persianas americanas allá por marzo de 2019. La familia que lo había manejado toda la vida ya no lo podía sostener más. Fue una tristeza grande para lxs que amamos estos lugares, una suerte de vórtices que siempre las ciudades van manteniendo. Por suerte aparecieron unos nuevos dueños que lo potenciaron pero le mantuvieron intacta su esencia, levantando nuevamente sus persianas hacia el final de ese mismo año.
Dentro del dibujo de Agostina encontramos algunos de los detalles más característicos de este bar, como el cartel de neón sobre la fachada o las mesas y sillas, que no las vas a ver en ningún otro lugar. “El bar, la heladería, el cartel de neón, el tren, son para mí como un encanto. Hay un preciosismo en esos lugares que reside justamente en su permanencia. Ver a través de ellos el paso del tiempo me provoca frenesí, me parecen saltos en la matrix. Su esencia está de algún modo encapsulada y eso me encanta. Me generan una especie de magnetismo efervescente y, al mismo tiempo, tristeza, sobre todo los días nublados”, agrega nuestra artista invitada.
Aunque no lo parezca, esta ilustración fue hecha íntegramente con herramientas digitales. Agostina usó una Wacon, que es una tableta sobre la que se dibuja con un lápiz óptico. Después lo completó con programas como el Illustrator. “El proceso no siempre es el mismo. Para hacer esta ilustración busqué algunas fotos de referencia y empecé a dibujar directamente en la compu. Otras veces hago bocetos en analógico, es decir a lápiz, después los digitalizo y los sigo trabajando en alguno de los programas”, cuenta.

La Wacom desde donde dibuja dijitalmente Agostina.
¿Y cómo es el paso a paso del dibujo? Ella nos lo cuenta: “Casi siempre investigo sobre lo que estoy dibujando porque me ayuda a ponerme en contexto. Una vez que siento que estoy empapada de la energía del tema, elijo una playlist o álbum que armonice con ella y empiezo a dibujar. Cuando creo que está terminado lo dejo, trato de tomar distancia, después de unos días vuelvo a verlo y, si hace falta, hago las últimas modificaciones”.
Quisimos, como siempre, saber más sobre Agostina y cómo trabaja cada vez que encara un dibujo. Estas son las preguntas y sus respuestas.
—¿Qué otros estilos de ilustraciones y pinturas hacés?
—Casi todas mis ilustraciones tienen predominio de línea, solían ser más coloridas, como que tengo etapas. Pero últimamente, sobre todo desde que empecé a tatuar (Nota: Si querés tatuarte con ella buscala acá), uso casi únicamente el color negro. Aun cuando hago ilustración digital trato de elegir pinceles que imiten el trazo de un lápiz real. Me gusta dibujar personajes de manga y anime, y también mezclar las ilustraciones con referencias de canciones o películas. Me gusta mucho pintar con óleos, aunque hace bastante que no lo hago.
—¿Qué es lo que más te gusta de dibujar, serigrafiar, tatuar, etc?
—No sé si puedo decir una sola cosa que más me guste, podría intentar explicar lo que me pasa y es que tengo una obsesión con perseguir cierta visión de las cosas que pienso y siento. El dibujo, la fotografía, el tatuaje, etc. son medios a través de los cuales puedo explorar y explotar mi propia mirada. Lo que sí me resulta muy placentero es cuando puedo expresar algo que sólo puedo expresar dibujando, porque sé que no podría materializarlo con palabras. Así como hay cosas que escribo porque no las puedo dibujar. Es un poco ese juego. Claro que también hay momentos de mucha frustración, pero es inevitable seguir haciéndolo. Es un poco como Alicia cuando persigue al Conejo Blanco, no sé si sabe bien por qué lo hace, sólo sabe que tiene que hacerlo.

Agostina Quagliardi aborda distintas ramas del arte como la ilustración, el letterpress y los tatuajes.
—¿Y cómo arrancaste en el mundo del arte?
—Creo que prestando demasiada atención a las cosas que me atraen. Ya sea visualmente o que resuenen de alguna forma en mi propia sensibilidad. No sé si puedo decir exactamente cuándo porque es probable que haya empezado instintivamente, sin darme cuenta de que lo hacía. Cuando era chica, lo más inmediato era la música, y las películas, pero también ciertos objetos que me seducían, como si fueran pistas. Mi abuelo era imprentero, digamos que yo crecí en ese ambiente, tipografías, papeles, máquinas, tintas, eso fue una gran influencia. Cuando terminé el colegio y vine a Rosario a estudiar pasaron cosas. Empecé una carrera que al tiempo abandoné. Muchas certezas que tenía en esa época estallaron, por suerte, como un glitch. Yo no lo sabía, pero creo que ahí ya estaba sucediendo. Algunos fracasos a la larga pueden convertirse en grandes aciertos. Al año siguiente, después de una crisis de identidad fuerte, decidí que quería estudiar arte así que empecé Bellas Artes en la UNR.
Para ver más de las creaciones de Agostina o para comprarle algunas de sus serigrafías, cuadernos y demás pueden visitar su otro Instagram: Hebra Kadabra.